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Juan Miguel Mejía Sierra: el médico que enfrenta las urgencias de la pandemia

Por: Néstor Rueda Rueda
Comunicacionesces@ces.edu.co

Juan Miguel Mejía Sierra habla sin prisa. Sus palabras están bien pensadas y se intercalan con pausas, sin que el arrebato que hay en las historias que cuenta se le filtre al tono de la voz. Es médico general en el Servicio Urgencias de la Clínica CES, y se considera alguien tranquilo y tolerante, dos cualidades que le parecen esenciales en el lugar más agitado que pueda tener una institución hospitalaria.

El doctor Mejía Sierra se graduó el 18 de diciembre de 2018 como médico general. Quince días pasaron para que empezara a trabajar en la Clínica CES. Hoy, camino a los 26 años, se encuentra entre los 20 médicos que en la semana reciben a los pacientes positivos para COVID-19 en el Servicio de Urgencias.

Viene de una familia dedicada a la salud: su mamá y su papá son odontólogos. Cuando concluyó sus estudios de Medicina en la Universidad CES, el egresado de aquel entonces esperaba tomarse un tiempo para trabajar en Colombia y luego poder hacer una especialización en Anestesiología en Estados Unidos. No ha dejado de trabajar, sus metas siguen ahí y su labor lo comprometió como recién graduado con la novedad de atender la peor pandemia que haya afectado al mundo en los últimos 100 años.

Esto fue nuevo para mí y para el que lleva 40 años trabajando, el miedo de los recién graduados es el mismo de una persona con experiencia. En un principio, con los primeros pacientes que llegaron, había mucha incertidumbre, nos mirábamos a las caras y veíamos que estábamos asustados por lo desconocido, porque nadie había enfrentado nunca una pandemia”, dice.

Al Servicio de Urgencias han llegado a la fecha 564 pacientes con COVID-19: 342 de estos fueron hospitalizados, 242 ya se recuperaron, 61 permanecen en la Unidad de Cuidados Intensivos (UCI) y en la Unidad de Cuidados Intermedios (UCRI), y lamentablemente 49 fallecieron.

Miguel Mejía ha tenido contacto con algunos de estos pacientes. Su labor con ellos, una vez que hay sospecha de contagio, es la de explicarles cuáles son los procesos a seguir y examinarlos, para determinar qué hacer de acuerdo con la gravedad de la enfermedad. El médico indaga sobre su historia clínica, si hay alergias, si toma algún medicamento, si hay alguna enfermedad de base a considerar. Lo revisa, chequea los signos vitales, la temperatura corporal y le pregunta por los síntomas que tiene.

Hay dos escenarios con un paciente si es positivo para COVID-19 Se puede manejar de forma ambulatoria, le damos algunas recomendaciones para que guarde aislamiento desde su casa, y la otra es con manejo intrahospitalario, es decir, debemos llevarlo a una Unidad de Cuidados Intensivos”, explica.

Ser médico de las emociones

 “Yo creo que la desinformación ha hecho que algunos pacientes vengan prevenidos a urgencias, que digan que ganamos cierto dinero por paciente con COVID-19 atendido. Uno trata de explicar lo falso que es eso, que no deben estar contra nosotros, eso a veces sí logra desmotivarnos”, comenta desilusionado.  

Esas percepciones erróneas le han dejado experiencias esperanzadoras y otras desalentadoras, como cuando un paciente de 72 años, reacio a entrar en la UCI, le expresó que su miedo era en realidad el de no poder despedirse de su familia antes de estar sedado. El médico entendió su temor, y en esa ocasión buscó un celular para comunicarse con los familiares, los llamó y escuchó como poco a poco esas palabras de despedida aliviaban la dureza con la que el hombre se había enfrentado a los médicos y a la posibilidad de no salir con vida.

Después de la llamada el paciente entró a UCI y con el tiempo se pudo recuperar.  El doctor Miguel se dio cuenta de que superar esa barrera de emociones, de miedos e incertidumbres que causa la enfermedad, también es parte de la difícil tarea para salvar vidas, y puede ser crucial en la superación de la COVID-19.  

Recuerdo a otro señor de unos 50 años, ingresó crítico y requería entrar a UCI. Su respuesta fue negativa por todo el tema de redes sociales, eso de que nosotros queríamos ganar dinero con la pandemia. No logramos compaginar con él. A las 24 horas de estar en el Servicio de Urgencias, cuando sentía que se iba morir, entró a UCI, pero fue muy tarde, 8 horas después falleció”, cuenta.

El desaliento por las malas experiencias no le han quitado el valor para levantarse a las 5:30 a.m. y empezar su jornada. La templanza del carácter que reconoce tener, su discreción y tranquilidad, lo llevan a recibir un turno a las 7:00 a.m. sin el temor de la primera vez, como un médico joven que ya puede contar con la historia de que enfrentó a una pandemia, que los hizo repensar el significado de su trabajo.

Mi hijo me ha inyectado el verdadero valor del servicio a la humanidad, ha sido una verdadera enseñanza. A veces se sobrepasa en su preocupación por proteger a la familia del contagio, pero entiendo que lo hace por ver de cerca la enfermedad. Para mí es una maravilla que personas tan jóvenes se comprometan de ese modo con los fundamentos de su profesión”, dice Jaime Mejía Ochoa, padre del doctor.

Ese compromiso que menciona su padre no lo deja perder la paciencia en las situaciones críticas o en las que la ignorancia puede empañar la dignidad de su labor. Su experiencia hasta ahora lo ha llevado a reforzar la empatía por el sufrimiento del otro, para entender las angustias y la irritación, consecuencia de esos desajustes de un cuerpo que llega a Urgencias buscando ser sanado.

Nuestro trabajo lo hacemos independientemente de la raza o el estado social: un médico no está para mirar eso, un médico está para su labor”, sentencia el doctor Mejía Sierra.

Juan Miguel Mejía Sierra habla sin prisa. Sus palabras están bien pensadas y se intercalan con pausas, sin que el arrebato que hay en las historias que cuenta se le filtre al tono de la voz. Es médico general en el Servicio Urgencias de la Clínica CES, y se considera alguien tranquilo y tolerante, dos cualidades que le parecen esenciales en el lugar más agitado que pueda tener una institución hospitalaria.

El doctor Mejía Sierra se graduó el 18 de diciembre de 2018 como médico general. Quince días pasaron para que empezara a trabajar en la Clínica CES. Hoy, camino a los 26 años, se encuentra entre los 20 médicos que en la semana reciben a los pacientes positivos para COVID-19 en el Servicio de Urgencias.

Viene de una familia dedicada a la salud: su mamá y su papá son odontólogos. Cuando concluyó sus estudios de Medicina en la Universidad CES, el egresado de aquel entonces esperaba tomarse un tiempo para trabajar en Colombia y luego poder hacer una especialización en Anestesiología en Estados Unidos. No ha dejado de trabajar, sus metas siguen ahí y su labor lo comprometió como recién graduado con la novedad de atender la peor pandemia que haya afectado al mundo en los últimos 100 años.

Esto fue nuevo para mí y para el que lleva 40 años trabajando, el miedo de los recién graduados es el mismo de una persona con experiencia. En un principio, con los primeros pacientes que llegaron, había mucha incertidumbre, nos mirábamos a las caras y veíamos que estábamos asustados por lo desconocido, porque nadie había enfrentado nunca una pandemia”, dice.

Al Servicio de Urgencias han llegado a la fecha 564 pacientes con COVID-19: 342 de estos fueron hospitalizados, 242 ya se recuperaron, 61 permanecen en la Unidad de Cuidados Intensivos (UCI) y en la Unidad de Cuidados Intermedios (UCRI), y lamentablemente 49 fallecieron.

Miguel Mejía ha tenido contacto con algunos de estos pacientes. Su labor con ellos, una vez que hay sospecha de contagio, es la de explicarles cuáles son los procesos a seguir y examinarlos, para determinar qué hacer de acuerdo con la gravedad de la enfermedad. El médico indaga sobre su historia clínica, si hay alergias, si toma algún medicamento, si hay alguna enfermedad de base a considerar. Lo revisa, chequea los signos vitales, la temperatura corporal y le pregunta por los síntomas que tiene.

Hay dos escenarios con un paciente si es positivo para COVID-19 Se puede manejar de forma ambulatoria, le damos algunas recomendaciones para que guarde aislamiento desde su casa, y la otra es con manejo intrahospitalario, es decir, debemos llevarlo a una Unidad de Cuidados Intensivos”, explica.

Ser médico de las emociones

 “Yo creo que la desinformación ha hecho que algunos pacientes vengan prevenidos a urgencias, que digan que ganamos cierto dinero por paciente con COVID-19 atendido. Uno trata de explicar lo falso que es eso, que no deben estar contra nosotros, eso a veces sí logra desmotivarnos”, comenta desilusionado.  

Esas percepciones erróneas le han dejado experiencias esperanzadoras y otras desalentadoras, como cuando un paciente de 72 años, reacio a entrar en la UCI, le expresó que su miedo era en realidad el de no poder despedirse de su familia antes de estar sedado. El médico entendió su temor, y en esa ocasión buscó un celular para comunicarse con los familiares, los llamó y escuchó como poco a poco esas palabras de despedida aliviaban la dureza con la que el hombre se había enfrentado a los médicos y a la posibilidad de no salir con vida.

Después de la llamada el paciente entró a UCI y con el tiempo se pudo recuperar.  El doctor Miguel se dio cuenta de que superar esa barrera de emociones, de miedos e incertidumbres que causa la enfermedad, también es parte de la difícil tarea para salvar vidas, y puede ser crucial en la superación de la COVID-19.  

Recuerdo a otro señor de unos 50 años, ingresó crítico y requería entrar a UCI. Su respuesta fue negativa por todo el tema de redes sociales, eso de que nosotros queríamos ganar dinero con la pandemia. No logramos compaginar con él. A las 24 horas de estar en el Servicio de Urgencias, cuando sentía que se iba morir, entró a UCI, pero fue muy tarde, 8 horas después falleció”, cuenta.

El desaliento por las malas experiencias no le han quitado el valor para levantarse a las 5:30 a.m. y empezar su jornada. La templanza del carácter que reconoce tener, su discreción y tranquilidad, lo llevan a recibir un turno a las 7:00 a.m. sin el temor de la primera vez, como un médico joven que ya puede contar con la historia de que enfrentó a una pandemia, que los hizo repensar el significado de su trabajo.

Mi hijo me ha inyectado el verdadero valor del servicio a la humanidad, ha sido una verdadera enseñanza. A veces se sobrepasa en su preocupación por proteger a la familia del contagio, pero entiendo que lo hace por ver de cerca la enfermedad. Para mí es una maravilla que personas tan jóvenes se comprometan de ese modo con los fundamentos de su profesión”, dice Jaime Mejía Ochoa, padre del doctor.

Ese compromiso que menciona su padre no lo deja perder la paciencia en las situaciones críticas o en las que la ignorancia puede empañar la dignidad de su labor. Su experiencia hasta ahora lo ha llevado a reforzar la empatía por el sufrimiento del otro, para entender las angustias y la irritación, consecuencia de esos desajustes de un cuerpo que llega a Urgencias buscando ser sanado.

Nuestro trabajo lo hacemos independientemente de la raza o el estado social: un médico no está para mirar eso, un médico está para su labor”, sentencia el doctor Mejía Sierra.

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