Según cifras del Ministerio del Trabajo, el número de teletrabajadores antes de la cuarentena nacional era de aproximadamente unos 122 mil, hoy asciende a más de 4 millones en Colombia. Se trata de ellos y todos los estudiantes que están recibiendo sus clases en la virtualidad.
Para estos nuevos teletrabajadores y estudiantes el cambio abrupto no pasa desapercibido en la rutina diaria y puede tener consecuencias inesperadas sobre la alimentación, los tiempos para comer, las cantidades y las enfermedades derivadas por los malos hábitos adquiridos y la falta de adaptación a las circunstancias.
Por eso Caterine Henao Roldán, nutricionista y docente de la Facultad de Ciencias de la Nutrición y de los Alimentos de la Universidad CES, recomienda estar atentos ante posibles señales de alarma en nosotros y las personas cercanas. De este modo se pueden detectar señales de alteraciones en el acto de comer y programar rutinas y reglas que eviten que un desayuno que se omita, o un consumo excesivo de comida a la semana, resulten en un trastorno de la conducta alimenticia (TCA).
“Los trastornos alimentarios existen antes de la pandemia, pero hay situaciones socio-familiares y psicológicas que en este momento pueden generarlos o descompensarlos en caso que ya hubiera un diagnóstico: no poder dormir, tener ansiedad, nerviosismo. Muchas veces esto lo resolvemos con comida, aunque no tengamos hambre”, explicó la docente.
La nutricionista destaca que para los trabajadores los cambios de la cuarentena son complejos, porque se pueden modificar ciertos “protocolos de la comida” que se tenían en la presencialidad. Un ejemplo de esos protocolos modificados son el espacio, el tiempo y la actitud, como almorzar en el escritorio mientras se tiene una reunión y no en la mesa con la disposición para disfrutar y aprovechar los alimentos.
“Estas alteraciones pueden generar, aumentar o descompensar un trastorno ya existente de la conducta alimentaria y tener consecuencias como comer más o menos de la habitual, elegir productos industrializados con bajo aporte nutricional y comer sin conciencia del acto de comer”, añadió la docente.
Algunas recomendaciones
-Planear el día con rutinas en torno a las comidas, el estudio o trabajo, y los momentos de descanso. Así tendremos un horario de sueño, comida, higiene y labor que sea regular
– Tener unas pautas para las comidas: hacerlo en la mesa, a determinadas horas y, si es posible, en familia.
– Programar qué tipo de alimentos se van a cocinar en la semana y así evitar la angustia por lo que vamos a preparar y que suele ocasionar que prefiramos algo rápido pero que aporta poco a nivel nutricional.
– Tener “soberanía sobre la nevera”, para que al abrirla se encuentren alimentos que sean saludables y no solo la seducción de productos procesados o altos en azucares.
— Tener una alimentación que cumpla las 4 leyes básicas: completa, equilibrada, suficiente y adecuada.
– Trasladar rutinas de la presencialidad como el ejercicio hasta el hogar, así se evita el temor por subir de peso y las consiguientes preocupaciones para adelgazar que pueden causar trastornos.
– Evitar pesarse sin necesidad porque las conductas obsesivas con el peso resultan en alteraciones.

Universidad CES
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